Una de las actividades estrella del voluntariado de la Fundación CARF consiste en coser y bordar albas y lienzos litúrgicos, Coser y cantar, como la llaman ellas. «Hemos logrado crear un grupo muy bueno que, además de confeccionar las albas, nos apoyamos entre nosotras, y rezamos por los seminaristas y los sacerdotes», explica María Luisa, una de las coordinadoras que lleva 25 años ayudando a la Fundación CARF.
Albas a medida para cada seminarista
Las albas están hechas a la medida para cada seminarista: cuando llegan a su último curso en Roma y Pamplona se les mide en detalle. Cuello, altura de frente, cintura, hombros, altura espalda, brazos y de hombro a hombro. Así cada uno de los futuros sacerdotes podrá celebrar revestido con dignidad. Y con todo el cariño y oraciones que acompañan cada puntada en las telas. Una vez terminadas, se entregan a cada seminarista dentro de su Mochila de Vasos Sagrados; a la vuelta a su país de origen, cuando sean ordenados sacerdotes, podrán celebrar la Santa Misa e impartir los sacramentos con gran dignidad, independientemente de que carezcan de los medios adecuados.
El PAS cuenta con un equipo de siete voluntarias que se reúne todos los martes en la sede del patronato. Pero, además, hay otras tantas personas que colaboran bordando desde sus casas. Además realizan los distintos paños para los corporales de la Misa.
Las telas para la confección de albas son de poliéster, un tejido que no se arruga. Cada alba se lleva unos tres metros y medio de material. Una vez bordada, se incorpora el faldón, las mangas y, finalmente, el cuello. Por cada una de las albas que deben confeccionar se emplean unas diez horas de trabajo y oraciones en distintas tandas, según las diferentes partes que tiene la pieza.
Vivir la Santa Misa en la cárcel
Este año ya están terminando de preparar las 30 albas, para los seminaristas diocesanos que a final de curso regresarán a sus países para ordenarse sacerdote. Se trata de una promoción pequeña que coincidió con el covid por eso el número de futuros sacerdotes disminuyó significativamente porque muchos no pudieron viajar a Roma y Pamplona para incorporarse a la universidad y comenzar su formación académica, humana y espiritual.
Los futuros ordenandos reciben su Mochila de Vasos Sagrados, una bolsa que contiene los elementos necesarios para poder celebrar con dignidad la Santa Misa y dispensar los sacramentos con dignidad en cualquier en cualquier rincón del mundo. La mochila lleva desde una altar portátil en seda blanca, con su portacirios y otro espacio central para el crucifijo, hasta las vinajeras para el agua y el vino, o el hisopo para asperger el agua bendita. También contiene manutergios y estolas de cada tiempo litúrgico.
Como no puede ser de otra forma, los seminaristas, que van a ordenarse sacerdotes en sus diócesis de origen, reciben la mochila con mucha ilusión y agradecimiento. Como el caso del padre don Hernando José Bello Rodríguez, de la archidiócesis de Cartagena de Indias, en Colombia, que nos escribió recientemente para transmitir a los donantes y benefactores de la Fundación la importancia de esta ayuda, y del recuerdo perenne que deja en los sacerdotes que se transforma en oraciones diarias de agradecimiento.
Don Hernando José, además de ejercer el ministerio en la parroquia en la que es vicario, también colabora como capellán de la prisión de su ciudad. «Como la cárcel no cuenta con nada para la celebración de la Eucaristía, cada martes me acompaña la mochila de la Fundación CARF en esta misión. Como anécdota, les puedo referir que uno de los laicos misioneros, la primera vez que vio la mochila y cómo estaba todo distribuido, y la sencillez y dignidad de los vasos sagrados, se sorprendió para bien y enseguida me preguntó dónde la había conseguido, porque a él le gustaría regalar una a un sacerdote que conoce».
Y esta historia de la atención espiritual a las mujeres de la cárcel de Cartagena de Indias no puede quedar documentada gráficamente, ya que «al entrar tenemos que dejar los teléfonos y cualquier dispositivo electrónico para salvaguardar la privacidad de las reclusas». ¡Ay, si la mochila pudiese hablar!, las experiencias humanas que habrá vivido.
Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.