Belvy Delphane Diandaga es un sacerdote de la diócesis de Brazzaville, en la República de Congo. Nació en la misma ciudad de Brazzaville en 1985 y se encuentra en Roma cursando la Licenciatura en Filosofía, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, gracias a una beca otorgada por CARF – Centro Académico Romano Fundación. Nos cuenta su historia, que, como él mismo afirma, es una historia de amor.
“La historia de una vocación es ante todo una hermosa historia de amor, además de una obra de la misericordia de Dios que, a pesar de nuestros límites y debilidades, nos hace partícipes del gran ministerio de su Hijo. Y esta obra en nosotros es un verdadero privilegio que Dios nos concede”, relata.
Belvy Delphane Diandaga nació en una familia de disparidad de cultos: su padre es católico y su madre protestante, así que tuvo la oportunidad de poder elegir entre una y otra visión de la fe cristiana.
Pero ya desde pequeño, participó con asiduidad a la misa dominical. “Aún sin tener un verdadero conocimiento de ella, sin embargo, para mí era un momento de felicidad, pues era un momento de encuentro con los demás fieles, un momento comunitario. Fue precisamente a partir de los cuatro años que comencé a manifestar el deseo de acompañar a mi padre a la misa dominical y esto, al ir creciendo, tuvo una gran influencia en mí”, expresa el P. Belvy.
Ya a esta edad pudo percibir los signos de su inclinación hacia la fe católica. “Siendo de una familia con tradiciones religiosas mixtas, de madre evangélica (protestante), tuve la posibilidad de abrazar una u otra tradición. Pero fue hacia la fe católica que me orienté a la edad de siete años, cuando fui a matricularme en los cursos de iniciación a la vida cristiana (catequesis) sin avisar a mi padre, quien pronto, sin embargo, se daría cuenta y me alentaría”.
Durante este período de iniciación, había tomado la iniciativa de integrarse en el movimiento de los scouts con su prima, y luego el de los monaguillos, “aún sin sentir en este preciso momento el deseo de ser sacerdote, pues mi sueño era llegar a ser un oficial de el ejército o incluso un magistrado, para defender a los oprimidos y combatir las injusticias en mi país”.
Belvy Delphane Diandaga es un sacerdote de la diócesis de Brazzaville, en la República de Congo.
Nació en una familia de disparidad de cultos: su padre es católico y su madre protestante, así que tuvo la oportunidad de poder elegir entre una y otra visión de la fe cristiana.
"Pero ya desde pequeño, participó con asiduidad a la misa dominical. “Aún sin tener un verdadero conocimiento de ella, sin embargo, para mí era un momento de felicidad, pues era un momento de encuentro con los demás fieles, un momento comunitario. Fue precisamente a partir de los cuatro años que comencé a manifestar el deseo de acompañar a mi padre a la misa dominical y esto, al ir creciendo, tuvo una gran influencia en mí”.
“Fue al final de mis estudios de secundaria que de alguna manera me di cuenta de que el Señor me estaba llamando a su servicio. Fue con motivo de la ordenación sacerdotal de un sacerdote de la Orden de la Santísima Trinidad que este deseo se hizo más claro. No podría describir lo que sucedió ese día, pero puedo decir en general que este maravilloso encuentro con Cristo transformó toda mi vida. Como decía san Agustín, “nadie puede encontrarse con Cristo y seguir siendo el mismo”.
Belvy lo tiene claro: el lema de su vida, pues, es una palabra del Apóstol San Pablo a los Corintios (1Cor 15, 10): “por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que Él me concedió no fue infructuosa”
“Después de sentir el llamado de Dios, me apresuré a hablar de ello con mi padre un día que volvíamos de los ensayos del coro de mi parroquia. Ambos participábamos en estos cánticos de alabanza a Dios a través de la animación litúrgica, especialmente en la Misa, lo que era para mí un fuerte momento de encuentro con Cristo: un momento de éxtasis, en el que mi corazón se llenaba de alegría.
“Más tarde, sin duda, descubriría, como seminarista y a través de los estudios teológicos que la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos, el centro de toda la espiritualidad cristiana católica porque es el sacramento donde Cristo está totalmente presente. Y cada vez más, me di cuenta de la sublimidad y la nobleza del sacerdocio. Porque Jesús, llamándome a su misterio, quiso hacerme ministro de la Eucaristía, y esto simplemente es una gracia.
Por eso, además, mi palabra de vida extraída de la primera carta de san Pablo a los Corintios (1Cor 15, 10) describe esta misma dimensión de la gracia: “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa”. Así que le doy constantemente gracias a Dios por el don de la vocación sacerdotal y al mismo tiempo agradezco a cuantos han hecho posible la materialización de esta gracia ya cuantos me ayudan a vivir dignamente esta vocación.
“La historia de una vocación es ante todo una hermosa historia de amor, además de una obra de la misericordia de Dios que, a pesar de nuestros límites y debilidades, nos hace partícipes del gran ministerio de su Hijo. Y esta obra en nosotros es un verdadero privilegio que Dios nos concede”
Más del noventa por ciento de la población de Congo es cristiano, y los católicos son representan más o menos el 52%. Sin embargo, Belvy alerta: “Cada vez más avanza la confesión evangélica (protestante) en nuestro país. Por eso, es cada vez más necesario tener a sacerdotes bien formados, y en buenos entornos culturales, para trabajar en la Iglesia Católica no solamente en la formación misma del clero y del pueblo de Dios, sino en la evangelización y en el apostolado con los pobres y los que son indigentes espiritual y materialmente”.
Por esta misma razón, después de completar la formación canónica en filosofía y luego en teología, una vez ordenado sacerdote había decidido regresar a la École Normale Supérieure para continuar sus estudios de filosofía allá…
“Pero, ¿quién podía imaginarse que, en nuestra diócesis, tan pobre en recursos, pudiéramos tener la oportunidad de formar a algún sacerdote en el extranjero? “Sin embargo, dos años más tarde, mi obispo consideró adecuado que yo fuera a Roma, a la Pontificia Universidad de la Santa Croce, pues se planteó como necesario que un sacerdote se formara en un ambiente académico y multicultural adecuado para la formación y el desarrollo integral, para luego volver a trabajar en la diócesis”, afirma con entusiasmo”.
“Así que, gracias a una beca de CARF – Centro Académico Romano Fundación, el sueño se hizo realidad y hoy en día estoy por terminar mi Licenciatura en Filosofía. No puedo expresar con palabra la gratitud a mis benefactores de CARF por todo lo que han hecho por mí: solamente puedo encomendarles cada día, para que Dios les llene de gracia y de bendiciones”.
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable del alumnado de la Universidad de la Santa Cruz de Roma.