El padre Pío, capuchino italiano, (1887-1968), canonizado en 2002, en una multitudinaria ceremonia por san Juan Pablo II bajo el nombre de san Pío de Pietrelcina, este santo sacerdote recibió un don espiritual extraordinario para servir a todos los hombres y mujeres de su tiempo. Este don marcó su vida, llenándola de sufrimiento, no solo con el dolor físico que provocaban sus estigmas, sino también con el sufrimiento moral y espiritual, consecuencia de aquellos que lo consideraban loco o estafador.
La realidad es que este santo ayudo a miles de personas a volver a la fe, a convertirse y acercarse a Dios. El Padre Pío realizó curaciones asombrosas. Y predicciones difíciles de contrastar como la realizada al propio Karol Wojtyla vaticinando su futuro papado. El francés Emanuele Brunatto acreditaba ese mismo don de profecía que le permitía averiguar de vez en cuando lo que iba a suceder. «Es Jesús –explicaba el Padre Pío– quien me deja leer a veces su cuaderno personal...».
En la Misa de canonización el 16 de junio de 2002 en la plaza de san Pedro del Vaticano, san Juan Pablo II afirmó que «el padre Pío fue generoso dispensador de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos a través de la acogida, de la dirección espiritual y especialmente de la administración del sacramento de la penitencia. También yo, durante mi juventud, tuve el privilegio de aprovechar su disponibilidad hacia los penitentes. El ministerio del confesionario, que constituye uno de los rasgos distintivos de su apostolado, atraía a multitudes innumerables de fieles al convento de san Giovanni Rotondo».
La relación entre el Padre Pío y san Juan Pablo II no sólo viene por haberse celebrado las ceremonias de beatificación y canonización del fraile capuchino durante el pontificado del papa polaco, sino que, en 1948, Karol Wojtyla conoció al Padre Pío en san Giovanni Rotondo.
Fue en abril de 1948 cuando Karol Wojtyla, un recién ordenado sacerdote, decidió conocer al padre Pío. «Fui a san Giovanni Rotondo para ver al padre Pío, participar de su Misa y si resultaba posible, confesarme con él».
Este primer encuentro fue muy importante para el futuro papa. Así lo reflejó años después en una carta que envió de su puño y letra, escrita en polaco, al padre guardián del convento de san Giovanni Rotondo: «Hablé con él en persona e intercambié algunas palabras, fue mi primer encuentro con él y lo considero el más importante».
Mientras el padre Pío celebraba la Eucaristía, el joven Wojtyla se fijó especialmente en las manos del fraile, donde se veían los estigmas tapados por una costra negra. «En el altar de san Giovanni Rotondo se cumplía el sacrificio del mismo Cristo, y durante la confesión, el padre Pío ofrecía un discernimiento claro y sencillo, dirigiéndose al penitente con gran amor».
Además, el joven sacerdote se interesó por las llagas del padre Pío: «La única pregunta que le hice fue qué llaga le producía más dolor. Yo estaba convencido de que era la del corazón, pero padre Pío me sorprendió mucho cuando me dijo: 'No, la que más me duele es la de la espalda, la que tengo en el lado derecho'».
Esta sexta herida en el hombro, como la que Jesús sufrió llevando la cruz o el patibulum camino del Calvario. Era la llaga «que más dolía», porque había supurado y nunca había «sido tratada por los médicos».
La carta con fecha del 17 de noviembre de 1962 decía: «Venerable Padre, le pido que ore por una madre de cuatro hijas, de cuarenta años que vive en Cracovia, Polonia. Durante la última guerra estuvo en los campos de concentración en Alemania durante cinco años, y ahora corre un grave peligro de salud, incluso de vida, debido un cáncer.
Ore para que Dios, con la intervención de la Santísima Virgen, muestre misericordia para ella y su familia. In Christo obligatissimus, Carolus Wojtyla».
En ese entonces monseñor Wojtyla, estaba en Roma y recibió la noticia de la grave enfermedad de Wanda Poltawska. Convencido de que la oración del padre Pío tenía un poder especial ante Dios, decidió escribirle para pedirle ayuda y oraciones por la mujer, madre de cuatro hijas.
Esta carta le llegó al padre Pío a través de Angelo Battisti, funcionario de la secretaría de Estado del Vaticano y administrador de la Casa Alivio del Sufrimiento. Él mismo cuenta que después de haberle leído el contenido, el padre Pio pronunció la famosa frase: “«¡A este no le puedo decir que no!», y añadió: «Angelo, guarda esta carta porque un día será importante».
Unos días más tarde, la mujer se sometió a un nuevo examen diagnóstico que mostró que el tumor cancerígeno había desaparecido completamente. Once días después, Juan Pablo II volvió a escribir una carta, esta vez para darle las gracias.
La carta decía: «Venerable Padre, la mujer que vive en Cracovia, en Polonia, madre de 4 niñas, el día 21 de noviembre antes de la operación quirúrgica se curó repentinamente. Damos gracias a Dios y también a ti venerado Padre.
Expreso mi sincero agradecimiento en nombre de la señora, de su marido y de toda la familia. En Cristo, Karol Wojtyla, obispo capitular de Cracovia». En esa ocasión el fraile dijo: «¡Alabado sea el Señor!».
«Mirad la fama que ha alcanzado el padre Pío; los seguidores del mundo entero que ha congregado en torno a sí. Pero ¿por qué? ¿Acaso porque era un filósofo? ¿Porque era un sabio? ¿Porque disponía de medios?
Nada de eso: porque decía la Misa humildemente, confesaba de la mañana a la noche y era, es difícil decirlo, un representante sellado con las llagas de Nuestro Señor. Un hombre de oración y sufrimiento». Papa san Pablo VI, febrero de 1971.
Wojtyla volvió a san Giovanni Rotondo en dos ocasiones más. La primera, siendo cardenal de Cracovia, en 1974 y la segunda proclamado ya Papa, en 1987. En estos dos viajes visitó los restos mortales de padre Pío y rezó arrodillado junto a la tumba del fraile capuchino.
En el otoño de 1974, entonces cardenal Karol Wojtyla, estaba de vuelta en Roma y, «al acercarse la fecha del aniversario de su ordenación sacerdotal (1 de noviembre de 1946), decidió conmemorar el aniversario en san Giovanni Rotondo y celebrar la Misa junto a la tumba del padre Pío. Debido a una serie de vicisitudes (el 1 de noviembre fue especialmente lluvioso) el grupo compuesto por Wojtyla, Deskur y otros seis sacerdotes polacos se retrasó bastante, llegando por la noche alrededor de las 21 horas.
Desgraciadamente Karol Wojtyla no pudo cumplir su deseo de celebrar la Misa ante la tumba del padre Pío justo el día de su ordenación sacerdotal. Así que lo hizo al día siguiente». Stefano Campanella, director de Padre Pio TV.
El Padre Pío «tenía un simple y claro discernimiento y trataba al penitente con un gran amor», escribió ese día Juan Pablo II en el libro de visitas del convento en san Giovanni Rotondo.
En mayo de 1987, san Juan Pablo II, ya convertido en Papa, visitó la tumba del padre Pío con motivo del primer centenario de su nacimiento.
Ante más de 50.000 personas, su Santidad proclamó: «Grande es mi alegría por este encuentro y lo es por varios motivos. Como saben, estos lugares están ligados a recuerdos personales, es decir a mis visitas hechas al padre Pío durante su vida terrena, o ya espiritualmente luego de su muerte, ante su tumba».
El 2 de mayo de 1999, Juan Pablo II beatificó al fraile estigmatizado, y el 16 de junio de 2002 lo proclamó santo. Ese día, san Juan Pablo II lo canoniza bajo el nombre de san Pío de Pietrelcina. En la homilía de su santificación, Juan Pablo recitó la oración compuesta por él para padre Pío:
«Humilde y amado padre Pío: Enséñanos también a nosotros, te lo pedimos, la humildad de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre ha prometido revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a rezar sin cansarnos jamás, con la certeza de que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
Sostennos en la hora de la lucha y de la prueba, y si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón. Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacía la patria feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén».
Bibliografía
- La Brújula Cotidiana entrevista al director de Padre Pio TV, Stefano Campanella.
- Entrevista arzobispo polaco Mons. Andrés María Deskur, 2004.
- Homilía de Juan Pablo II. Misa de santificación, 2002.