"¡Sanad a los enfermos!" Mt 10,8. La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla mediante los cuidados médicos y asistenciales que proporciona a los enfermos. Como también por la oración de intercesión con la que los acompaña.
La misericordia de Jesucristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de su compasión hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma.
Por su pasión y su muerte en la Cruz, Jesús dio un sentido nuevo al sufrimiento. Desde entonces esta realidad nos configura con Él y nos une a su pasión redentora. Para los cristianos la enfermedad y la muerte pueden y deben ser medios para santificarse y redimir con Cristo. Para ayudarnos con esta misión existe la Unción de los enfermos.
Es un consuelo muy grande la presencia de Cristo en la enfermedad. Nos toma de la mano y nos recuerda que le pertenecemos a Él, y que nada nos puede separar de Él.
La parábola del buen samaritano expresa el misterio que se celebra en este sacramento:
Jesucristo se acerca a quien sufre y lo conforta con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Luego, lo lleva a la posada, que representa a la Iglesia, a la cual Cristo lo confía. Cristo enseñó a sus discípulos a tener su misma predilección por los enfermos y necesitados, y les confió la tarea de atenderlos en su nombre por medio del sacramento de la unción de los enfermos.
La Unción de los enfermos es un sacramento instituido por Jesucristo, insinuado como tal en el Evangelio de san Marcos. Recomendado a los fieles y promulgado por el Apóstol Santiago: "Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" St 5,14-15.
La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los aquejados por la enfermedad, la Unción de los enfermos. Este sacramento ayuda a vivir estas realidades dolorosas de la vida humana con sentido cristiano: "En la Unción de los enfermos, asistimos a una amorosa preparación del viaje, que terminará en la casa del Padre". San Josemaría Escrivá de Balaguer
A lo largo de los siglos, la Unción de los enfermos fue conferida, a los que estaban a punto de morir por eso recibía el nombre de "Extremaunción". Igualmente, la liturgia nunca dejó de orar por los enfermos.
Hoy sabemos que el sacramento de la unción de los enfermos es un sacramento de curación. Es un regalo de Dios que ayuda a sanar y el espíritu de quien lo recibe. A través de él, se pide al Señor, la salud del cuerpo, del alma y del espíritu del cristiano que pasa por una grave enfermedad o vejez avanzada.
“La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. […] Esta asistencia del Señor, por la fuerza de su Espíritu, quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios” CEC 1520.
No se debe pensar que este sacramento es solamente para quienes estén en peligro de muerte, sino que también pueden recibirlo aquellos que sean conscientes y que lo consideren necesario.
De tal modo cualquier cristiano que esté sufriendo una grave enfermedad, recibirá una operación delicada o tiene una edad muy avanzada puede solicitar que se le administre el sacramento de la unción de los enfermos. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava.
No hay un límite de veces para poder recibirlo y no resulta conveniente esperar hasta el último momento.
La Iglesia establece que, si el enfermo esta inconsciente, se le puede administrar el sacramento de la confesión. Luego el sacramento de la unción de los enfermos. Si un enfermo de gravedad fallece sin recibir este sacramento, la Iglesia recomienda administrarlo durante las primeras horas en que ha fallecido.
Solo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son ministros de la Unción de los enfermos. Es deber de los pastores instruir a los fieles sobre los beneficios de este sacramento. Los fieles en particular, los familiares y amigos, deben alentar a los enfermos a llamar al sacerdote para recibir la Unción de los enfermos. Catecismo, 1516.
Todos tenemos que tener presente que actualmente los enfermos graves mueren solos a pesar de estar en modernos hospitales. Por eso es importante la labor cristiana de los que tienen acceso a esta realidad. Para que no falten a los enfermos internados los medios que dan consuelo y alivian el cuerpo y el alma que sufre, y entre estos medios, además del sacramento de la Reconciliación y del Viático, se encuentra el sacramento de la Unción de los enfermos.
Así, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada "los sacramentos de la iniciación cristiana", se puede decir que la Confesión, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, los sacramentos que cierran la peregrinación terrena.
"Nos ayuda a ampliar la mirada frente a la enfermedad y a saber que no estamos solos, que el sacerdote y la comunidad cristiana sostienen al enfermo y al que sufre",
Papa Francisco.
Como todos los sacramentos, la Unción de los enfermos se celebra de forma litúrgica y comunitaria y tiene lugar en familia, en el hospital o en la iglesia, para un solo enfermo o para un grupo de enfermos.
Es muy conveniente que se celebre dentro de la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor. Si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento de la Santa Unción puede ir precedida del sacramento de la Reconciliación y seguida del sacramento de la Comunión.
En cuanto al sacramento de la Eucaristía debería ser siempre el último sacramento de la peregrinación terrenal, el "viático" para el "paso" a la vida eterna. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor. "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" Jn 6,54. La Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre.
La Liturgia de la Palabra, precedida de un acto de penitencia, abre la celebración. Las palabras de Cristo y el testimonio de los Apóstoles suscitan la fe del enfermo y de la comunidad para pedir al Señor la fuerza del Espíritu Santo.
El sacerdote es quien ungirá al enfermo con aceite consagrado por el obispo el Jueves Santo. Lo unge en la frente y en las palmas de las manos del enfermo, pronunciando a su vez las palabras. “Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad” Sacram Unctionem Infirmorum.
La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente contra la tentación de desaliento y de angustia ante la muerte. Esta asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios. Además, "si hubiera cometido pecados, le serán perdonados." St 5,15.
Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo. El sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo, viene a ser participación en la obra de Jesús. En resumen:
Catecismo de la Iglesia Católica.
Arocena, Unción de enfermos, Diccionario de Teología.
Ritual de la Unción de enfermos, Praenotanda, 1-2.
Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium.
Opusdei.org.
Vaticannews.va. Texto de la Audiencia del Papa.