Fue el Papa San Gregorio Magno (590-604) junto a Juan Casiano o Cassiano, quienes fijaron los siete pecados capitales, así denominados por el Catecismo de la Iglesia católica posteriormente.
Provienen de la concupiscencia, que es la inclinación de la naturaleza humana hacia el pecado proveniente del pecado original.
Se utiliza el término "capital" para designarlos porque estos pecados, dan origen a muchos otros. Generando otros pecados y otros vicios.
Dios nos da todas las gracias y más de las que necesitamos para vencer la tentación.
Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como siete:
Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios. Catecismo Iglesia Católica 1866
Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Este pecado capital está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (Catecismo Iglesia Católica 2514, 2534)
Deseo desordenado por el placer sexual. Pecado contra el Sexto Mandamiento. Es una ofensa contra la virtud de la castidad.
Es una explosión de amor propio. Nos sentimos heridos, marginados, impotentes, y acudimos a la violencia para defender nuestros supuestos derechos. Sentimiento de enojo suscitado por un daño real o aparente.
Vicio con el que nos mostramos más indulgentes. Aunque seamos más conscientes que nunca de los estragos que producen los excesos, tanto en la comida como en el consumo de bebidas alcohólicas, en nuestro organismo.
Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento. (Catecismo Iglesia Católica 2539)
Falta culpable de esfuerzo físico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno de los pecados capitales. (Catecismo Iglesia Católica 1866, 2094, 2733)
Ten presente los pecados capitales y virtudes contrarias
Las siete virtudes contrarias que enumera el catecismo, son elementos para saber cómo afrontar la tentación de cometer alguno de los siete pecados capitales.
Además de éstas virtudes contrarias a los pecados capitales. Todo cristiano cuenta también con tres virtudes teologales como la Fe, la Esperanza y la Caridad. Junto a éstas, podemos citar también la prudencia, fortaleza, justicia y templanza; hábitos que disponen al entendimiento y a la voluntad para obrar según el juicio de la razón iluminada por los dones del Espíritu Santo.
Todo con lo que contamos, es un don de Dios. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio.
Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten. San Pablo la llama una idolatría y declara que los avaros no entrarán en el Reino de los cielos. La avaricia nos hace duros con los pobres, indiferentes a los bienes del cielo, y hasta nos incita a veces a apoderarnos de los bienes ajenos.
Antiguamente la iglesia lo llamaba diezmo, hoy simplemente lo llamamos generosidad. Cuando aprendemos a compartir lo que tenemos con los demás, incluso cuando lo hacemos con personas a los que no conocemos ni conoceremos jamás, nos sentimos más cerca de Dios y de nosotros mismos. Porque ayudar a los que lo necesitan puede devolverte mucho más de lo que entregas.
Es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón.
Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo.
"Si buscas un ejemplo de paciencia encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo en la cruz sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión "no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca" (Hch 8,32). Santo Tomás de Aquino. Exposición sobre el Credo.
Moderación en el comer y en el beber. Es una de las virtudes contrarias que vence al pecado capital de gula.
Conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas.
La tercera y principal de las Virtudes Teologales. La caridad es el amor de Dios habitando en el corazón.
Una forma de actuar con caridad, es tener presentente las obras de misericordia que son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.
Prontitud de ánimo para obrar el bien. Nos ayuda contra el gusto excesivo por el descanso, que descuida nuestros deberes. Nos ayuda a imponernos con esfuerzo.
En la Biblia no aparecen como tal los pecados capitales. Pero si existen variedad de referencia sobre los mismos.
El pecado nos separa de Dios e impide que sus propósitos se cumplan en nosotros. Todos tenemos luchas. Sea con uno de los siete pecados capitales o cualquier otro, anos hace batallar contra nuestra naturaleza pecaminosa. Pero Dios nos ha dado las herramientas para vencerlo. Podemos acercarnos a Dios en oración, con actitud humilde y de arrepentimiento. Debemos realizar un buen examen de conciencia y acercanos para recibir los sacramentos. Dios nunca rechaza un corazón que reconoce que ha fallado. Asistir a misa y rencontrarnos con Él.
Porque cuando nos ponemos con humildad ante Dios. Él nos recibe, nos perdona y nos restaura. Nos llena de su Espíritu Santo y nos ayuda a vivir en santidad mostrando su amor.
Con la colaboración de:
Opurdei.org
Catesismo de la Iglesia Catolica
Biblia.net