A su beatificación, asistieron más de 200.000 personas provenientes de todo el mundo. La ceremonia que fue presidida por el cardenal Ángelo Amato. Acompañado del cardenal Antonio María Rouco, arzobispo emérito de Madrid y del anterior prelado del Opus Dei, don Javier Echevarría. En la misma ceremonia se concelebraron 17 cardenales y 170 obispos de todo el mundo.
El cardenal Ángelo Amato destacó en su homilía, la fidelidad de Don Álvaro del Portillo al Evangelio, a la Iglesia y al Papa. Explicó: “huía de todo personalismo, porque transmitía la verdad del Evangelio, no sus propias opiniones". Y enfatizó que Don Álvaro, “destacaba por la prudencia y rectitud al valorar los sucesos y las personas; la justicia para respetar el honor y la libertad de los demás".
El Papa Francisco se hizo presente en la ceremonia a través de una carta en la que hacía este retrato del nuevo beato: “Especialmente destacado era su amor a la Iglesia, esposa de Cristo, a la que sirvió con un corazón despojado de interés mundano, lejos de la discordia, acogedor con todos y buscando siempre lo positivo en los demás, lo que une, lo que construye. Nunca una queja o crítica, ni siquiera en momentos especialmente difíciles, sino que, como había aprendido de san Josemaría, respondía siempre con la oración, el perdón, la comprensión, la caridad sincera”.
«La elevación a los altares de Álvaro del Portillo nos recuerda de nuevo la llamada universal a la santidad, proclamada con gran fuerza por el Concilio Vaticano II». Y también se refirió al «gozo de san Josemaría Escrivá de Balaguer, al ver que este hijo suyo fidelísimo ha sido propuesto como intercesor y ejemplo a todos los fieles».
Mons. Javier Echevarría, con motivo de la beatificación de don Álvaro del Portillo.
Su vida es una gran lección para los hombres de hoy en día. San Josemaría le llamó desde muy pronto “roca”, saxum, un apelativo que le definía desde joven. Álvaro del Portillo era un hombre fiel, un trabajador incansable en servicio de la Iglesia y del Opus Dei. Fue colaborador estrecho de san Josemaría y se convirtió en su primer sucesor al frente del Opus Dei en 1975, tras la muerte del fundador. Un ejemplo que se acerca a todos, a pesar de vivir en circunstancias diferentes a las suyas.
Nació en Madrid, en el seno de una familia numerosa y devota el 11 de marzo de 1914. Era Doctor Ingeniero de Caminos y Doctor en Filosofía y Doctor en Derecho Canónico.
Mientras estudiaba Ingeniería se incorporó al Opus Dei, institución que había sido fundada siete años antes. Recibió directamente de san Josemaría Escrivá de Balaguer la formación y el espíritu propios de aquel nuevo camino de la Iglesia. Desarrolló una amplia labor de evangelización entre sus compañeros de estudio y trabajo.
Durante la Guerra Civil española, sufrió mucho y estuvo a punto de perder su vida, pero rara vez habló don Álvaro de ese período. Una de esas pocas ocasiones fue en Cebú, a finales del 1987. Y lo hizo para subrayar la necesidad de amar y promover la paz, aludió incidentalmente a la persecución contra la Iglesia desencadenada en España durante la guerra civil: «Yo no había intervenido en ninguna actividad política, y no era sacerdote, ni religioso, ni seminarista, sino estudiante de Ingeniería; y me metieron en la cárcel, sólo por ser de familia católica. Entonces llevaba gafas, y alguna vez se me acercó uno de los guardias -le llamaban Petrof, un nombre ruso-, me ponía la pistola en la sien y decía: tú eres cura, porque llevas gafas. Podía haberme matado en cualquier momento. No lo hizo porque Dios pensó que aún podía dar mucha guerra al diablo, o que no era digno del Cielo. Fue algo tremendo». Desde 1939, realizó un intenso apostolado por diferentes ciudades de España que impulsó durante toda su vida.
El 25 de junio de 1944 fue ordenado junto a José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz: eran los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, después del fundador. Desde entonces, se dedicó enteramente al ministerio pastoral, en servicio de los miembros del Opus Dei y de todas las almas.
Manifestó su servicio infatigable a la Iglesia dedicándose a los numerosos encargos de la Santa Sede como consultor de varios Dicasterios de la Curia Romana. Participó activamente en el Concilio Vaticano II. Entre 1947 y 1950 promovió actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas personas. Contribuyó a la expansión apostólica del Opus Dei en diferentes ciudades italianas.
Durante el año 1948, obtuvo el doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás (Angelicum). Ese mismo año se erigió en Roma el Colegio Romano de la Santa Cruz, centro internacional de formación sacerdotal.
Además, Álvaro del Portillo estuvo siempre al lado de san Josemaría, ayudándole en las tareas de evangelización y de gobierno pastoral del Opus Dei, y le acompañó en sus numerosos viajes apostólicos a países de Europa y de América.
El 15 de septiembre de 1975 fue elegido primer sucesor de san Josemaría. Y el 28 de noviembre de 1982, al erigir la Obra en Prelatura Personal, el Santo Padre san Juan Pablo II le nombró prelado del Opus Dei.
San Juan Pablo II, le confirió la ordenación episcopal el 6 de enero de ese año. Toda su labor se caracterizó por la fidelidad al Fundador y su mensaje y a la Iglesia, y por un trabajo pastoral incansable para extender los apostolados de la Prelatura en servicio de la Iglesia.
Don Álvaro del Portillo buscaba la identificación con Cristo en un abandono confiado a la voluntad de Dios Padre, constantemente alimentado por la oración, la Eucaristía y una tierna devoción a la Santísima Virgen. Su amor a la Iglesia se manifestaba por su profunda comunión con el Papa y los Obispos. Su caridad con todos, la solicitud infatigable por sus hijas e hijos en el Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la alegría y la sencillez, el olvido de sí y el ardiente afán de ganar almas para Cristo, reflejado también en el lema episcopal —Regnare Christum volumus!—, junto con la bondad, la serenidad y el buen humor que irradiaba su persona, son rasgos que componen el retrato de su alma.
Falleció repentinamente en la madrugada del 23 marzo de 1994, en la sede central de la Prelatura en Roma, horas después de haber regresado de una peregrinación a Tierra Santa, donde había seguido con una intensa piedad los pasos terrenos de Nuestro Señor Jesús. La mañana precedente había celebrado su última Misa en el Cenáculo de Jerusalén.
Oración al beato Álvaro del Portillo. Si lo deseas puedes enviar aquí el relato de los favores recibidos por el beato Álvaro del Portillo.
El mismo día 23 de marzo, san Juan Pablo II acudió a rezar ante sus restos mortales, que ahora reposan en la cripta de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz de Roma. Continuamente acompañados por la oración y el cariño de los fieles del Opus Dei y de millares de personas.
Desde el día de su muerte, mucha gente empezó a pedir su intercesión para obtener sus favores desde el cielo. Además, miles de personas testimoniaron acerca de su amor a la Iglesia.
En 2004, diez años después de su fallecimiento, se abrió en Roma el proceso para su beatificación y canonización. Tras el intenso análisis de toda la documentación presentada por el postulador para la Causa de los Santos, el 28 de junio de 2012, Mons. Álvaro del Portillo y Diez de Sollano fue declarado venerable y fue finalmente beatificado el 27 de septiembre de 2014. Su fiesta se celebra el 12 de mayo, aniversario de su primera comunión.
San Josemaría Escrivá hizo esculpir una frase del libro de los Proverbios sobre la puerta del despacho de don Álvaro: Vir fidelis multum laudabitur. (El varón fiel será muy alabado).
Su vida tiene tal fuerza que nos mueve a vivir con fidelidad nuestra propia vocación con la misma alegría que él mostraba a todos.
Bibliografía
Opusdei.org.