Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, pasan después de su muerte por una purificación, para obtener la santidad necesaria y entrar en la alegría del cielo. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados, aunque está segura de su eterna salvación.
Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos y de eventuales indulgencias plenarias de las que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado". 2 M 12, 46
El Papa Benedicto XVI, explicaba en 2011 que el purgatorio es un estado temporal que la persona atraviesa tras la muerte mientras expía sus pecados. El purgatorio nunca es eterno, la doctrina de la Iglesia indica que todas las almas, logran acceder al Cielo.
«El purgatorio no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno. Es el fuego que purifica las almas en el camino de la plena unión con Dios", afirmó el Papa». Papa Benedicto XVI en la audiencia pública de los miércoles en 2011.
El origen etimológico del término purgatorio viene del Latín ”purgatorium”, que puede traducirse como “que purifica” y que deriva, a su vez, del verbo “purgare”, equivalente a limpiar o purificar. Y aunque la palabra Purgatorio no aparezca literalmente en la Biblia, sí aparece su concepto.
Santa Catalina habló del Purgatorio
Este mismo día el Santo Padre, resalto la figura de santa Catalina de Génova (1447-1510), conocida por su visión sobre el purgatorio. La santa no parte del más allá para contar los tormentos del purgatorio e indicar después el camino de la purificación o la conversión, sino que parte de la "experiencia interior del hombre en su camino hacia la eternidad".
Benedicto XVI añadió que el alma se presenta ante Dios aún ligada a los deseos y a la pena que derivan del pecado y que eso le imposibilita gozar de la visión de Dios y que es el amor de Dios por los hombres el que la purifica de las escorias del pecado.
En el sermón de la montaña nuestro Jesús les muestra a quien lo escucha, lo que nos espera después de la muerte como consecuencia de sus acciones en vida. Comienza con las bienaventuranzas. Avisa a los fariseos que no entrarán al Reino de los cielos y finalmente menciona las palabras recogidas en el Evangelio de Mateo:
"Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último céntimo". Mateo 5, 25-26.
San Pablo habló del Purgatorio
En su primera carta a los Corintios, san Pablo habla sobre el juicio personal de los que tiene fe en Jesucristo y su doctrina. Son personas que alcanzaron la salvación, pero deben pasar por el fuego para que sus obras sean probadas. Algunas obras serán tan buenas que recibirán inmediata recompensa; en cambio, otros “sufrirán el daño”, pero igual “quedarán salvos”. Esto es precisamente el purgatorio, una purificación que algunos necesitarán para poder disfrutar plenamente de la amistad eterna con Dios:
"Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego". 1 Corintios 3, 11-15
"El purgatorio es una misericordia de Dios, para limpiar los defectos de los que desean identificarse con El". San Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco, 889.