“Un corazón lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras, una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso hacia la Iglesia. A pesar de lo complicado que es el tiempo en la familia, siempre ocupado, con mil cosas que hacer, la oración nos permite encontrar la paz para las cosas necesarias, y descubrir el gozo de los dones inesperados del Señor, la belleza de la fiesta y la serenidad del trabajo.”
Papa Francisco
Tener la oportunidad de crecer en un hogar donde la oración es parte del día a día es una hermosa bendición. Su importancia, radica en el ejemplo de padres a hijos. Aprender a orar en todas las estaciones de la vida junto con la familia fortalece la unión y los vínculos familiares.
La oración en familia brota de la escucha de Jesús, de la lectura y familiaridad con la Palabra de Dios. “La fe alcanza su mayor fecundidad cuando se vive en interacción con los demás, y en primer lugar con nuestro cónyuge y nuestros hijos, quienes, de hecho, forman nuestra primera comunidad de vida, nuestra Iglesia doméstica” (Cic, 1655).
Vivir la fe de forma concreta en el hogar implica que existan momentos de oración familiar, momentos de vivir los sacramentos juntos, sobre todo en la misa del domingo, que se pueden convertir en un auténtico ritual para disfrutar conjuntamente.
No es necesario realizar largas oraciones ni hacer actos de ostentación. Para orar en familia, pueden bastar las oraciones en la iglesia, hechas con devoción y constancia, sumando las intenciones familiares. Los gestos sencillos de piedad, como bendecir la mesa, rezar antes de dormir o cuando se viaja, reafirman la presencia del Señor en el hogar.
Orar en familia es el fundamento mismo que la mantiene unida porque la familia que ora unida permanece unida. Este principio espiritual, que implica la oración en el interior del seno familiar es un factor de cambio muy importante, que ayuda a superar los momentos difíciles. Una familia que se enfoca en tomarse tiempo de oración tiene unos cimientos que podrán sacudirse a veces, pero que resistirá todo lo que venga en contra. Las familias que tienen puesta su mirada constantemente y de forma sincera en el Señor, con devoción y humildad, experimentan su gran providencia.
Jesucristo nos enseñó que "cuando hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 17,19). Alabar a Dios, darle gracias y pedirle sus dones forma parte esencial de la vida de una familia cristiana.
Dios quiere una unidad derivada de Él. Es por eso que Pablo amonesta a la iglesia a ser uno (1 Corintios 1:10) Y es por eso también que Jesús enseña que el marido y la esposa son una sola carne. (Mateo 19:5) Estos mandamientos de Dios piden una entrega total. La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar Iglesia doméstica. La familia cristiana es una comunión de personas, que reflejan la comunión que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Las familias que oran juntas establecen una confianza entre ellos, aprenden a orar en comunidad y se ponen de acuerdo por medio de Jesús. Esta costumbre ayuda a traer unidad a la vida doméstica.
La familia es una Iglesia pequeña y nuestro ministerio empieza en casa. Cuidarla es cuidar de cada miembro que la integra, mostrarle el camino de Dios, guiarlos para crecer en el Señor, y prepararles para la vida adulta. La oración es un elemento importante en este proceso. Una familia que ora unida con el corazón por cada uno, orará con el corazón por el mundo.
Cuando Dios habita en una familia, la felicidad abunda en todos sus miembros.
La educación en la fe y la catequesis de los hijos sitúan a la familia en el ámbito de la Iglesia como un verdadero sujeto de evangelización y de apostolado. Este año el Papa Francisco quiere reforzar la familia, especialmente por ello nombró el 2021 como año de la Familia. Y en CARF hemos reflexionado sobre los desafíos de la familia en el siglo XXI en los Encuentros de reflexión virtual.
Las familias y más concretamente los padres, tienen la libre facultad de escoger para sus hijos un determinado modelo de educación religiosa y moral, de acuerdo con las propias convicciones. Pero incluso cuando confían estos cometidos a instituciones eclesiásticas o a escuelas dirigidas por personal religioso, es necesario que su presencia educativa siga siendo constante y activa.
Para su audiencia general del 26/08/2015 el Papa Francisco ha elegido hablar sobre la oración en familia. Ha explicado que es en la familia donde se aprende a orar y a pedir el don del Espíritu Santo. Ha dicho que el Evangelio meditado en familia es como un buen pan que alimenta el corazón y ha pedido a los padres que enseñen a los niños a hacer la señal de la Cruz.
Una parte importante de como orar en familia comienza por la lectura y la meditación compartidas de la Palabra de Dios, una muy buena oportunidad para crear una comunión familiar en torno a Cristo. Vivir la Palabra de Dios conlleva ponerla en práctica para el bien de los cónyuges y los niños, a través de la práctica personal de las virtudes, de la tolerancia, del perdón. La fe, fuente de amor, nos da la razón plena de amar a nuestra familia respetándola y mostrándonos generosos hacia ella.
La Biblia nos habla de esas familias de los primeros cristianos, la Iglesia doméstica, dice San Pablo (1 Cor 16, 19), a las que la luz del Evangelio daba nuevo impulso y nueva vida. El papa Francisco lo llama un “hogar de misión”, un hogar que realiza el encargo del Señor (Mt 28:19) difundiendo el Evangelio de la familia en torno a Él.
En lo que concierne a los hijos, la mejor manera de que los padres les transmitan la fe es vivirla ellos mismos. No hay mejor catequesis para un niño que la imagen de sus padres unidos en la oración; una imagen así es más edificadora, profunda y duradera que las palabras. Es necesario que los hijos vean rezar a sus padres en el hogar. Es vital que la oración en familia sea con devoción, que no se limite a las palabras, sino que se transforme en hechos y testimonios de fe, para que los niños aprenden a hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún canto, a estar en silencio hablando a Dios.
El niño aprende a colocar al Señor en la línea de los primeros y más fundamentales afectos, dice San Josemaría, aprende a tratar a Dios como Padre y a la Virgen como Madre; aprende a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres. Cuando se comprende eso, se ve la gran tarea apostólica que pueden realizar los padres, y cómo están obligados a ser sinceramente piadosos, para poder transmitir, más que enseñar, esa piedad a los hijos, que comienza por la oración en familia
San Josemaría también hace hincapié en la singularidad de cada familia y promueve utilizar los propios métodos creativos para orar en familia y dar gracias a Dios. De este modo los integrantes se acostumbran a orar en todo momento, y tendrán herramientas para su salud espiritual y emocional.
En la familia la fe no debe permanecer como una palabra vacía o una postura, sino que ha de convertirse en una fuente de transformación que conduzca a desear y a hacer el bien a los demás.
Para el niño pequeño, la oración familiar suele ser la ocasión de una tierna intimidad con sus padres. Verles cómo dejan sus ocupaciones para prepararse a encontrar a Dios le indica la importancia de esta relación. Para iniciar un momento de oración con vuestro hijo, invitadlo a que se siente tranquilamente y que os mire, sin hablar, mientras encendéis una vela ante una imagen. Este gesto asociado al silencio le dará una cierta solemnidad a ese momento. Llevará de forma natural al niño a la interioridad. Después, se puede empezar a repasar su jornada, confiar un problema o dar gracias por las alegrías recibidas.
La catequesis completa la experiencia espiritual en familia, pero esta edad tienen una ternura particular en este momento sumamente familiar. El niño es receptivo y dispuesto, hablamos también de una edad de gracia desde el punto de vista espiritual. El rito posee una gran importancia, rezar un Padre Nuestro con él es una forma de enseñarle que más allá del grupo familiar hay otras muchas personas que rezan. Pero animadle también en su relación completamente personal con Dios. La lectura del evangelio le enseñará que puede confiar a Dios sus alegrías, sus penas e incluso su rabia.
Con los adolescentes, rezar en familia se vuelve más difícil. Su fe es más íntima y no les gusta manifestarla, la influencia de sus amigos se impone, muchas veces, sobre la de la familia. Ha llegado el tiempo de ocuparse de sus elecciones más que de imponer las nuestras.
Tengamos la humildad de aceptar que nuestros hijos no se sumen, o que lo hagan de forma diferente a nuestro modo de rezar. Ellos podrán rezar o cantar en la capilla con los de su edad, participar en una reunión de jóvenes cristianos, etc. Tanto si tienden al misticismo como si rechazan todo en bloque, habrán conocido el placer de la oración, y podrán volver a ella en cualquier momento de su vida. P. “¡Somos responsables de lo que sembramos, no de lo que crece!” Jean-Noël Bezançon.
Buscar un lugar en tu casa de recogimiento ayuda a convertir tu hogar en una "iglesia doméstica". Sobre todo, para afrontar estos tiempos difíciles que vivimos mundialmente en la actualidad. Conviene buscar un lugar en nuestro hogar para establecer en él un clima de oración familiar. Este rincón facilita el recogimiento y llama a la oración. Es una potente herramienta para la oración familiar, aunque no está exclusivamente reservado a la oración colectiva porque cada uno y de forma individual podrá encontrar allí la calma y el silencio necesario para acercarse a Dios durante el día.
La permanencia de ese lugar en la casa recuerda a todos, a lo largo del día, el papel de la oración en nuestra vida, su importancia vital. El rincón para hacer oración en familia puede tener una luz que este permanentemente encendida delante del crucifijo o imagen de la Virgen para que se recuerde la presencia tranquilizadora de Dios.
También podemos adornarlo con flores frescas y agregar las peticiones familiares escritas. Sobre todo cuando tenemos niños pequeños estas actividades pueden hacerlos sentir participes de este rincón y del momento de oración familiar.
A pesar de lo complicado que es el tiempo en la familia (...) La oración nos permite encontrar la paz para las cosas necesarias. Papa Francisco, 2015.
El Papa Francisco. compuso esta oración con ocasión de la Fiesta de la Sagrada Familia. Este año 2021, el papa nos invita también ha rezar una novena en familia.
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Los padres pueden ayudar a los hijos a descubrir la belleza de esta sencilla oración, quizá enseñándoles a rezar primero un solo misterio, luego dos y explicando el sentido de esta hermosa plegaria dirigida a la Madre de Dios y Madre de la Iglesia.
«¡Ojalá resurgiese la hermosa costumbre de rezar el Rosario en familia!»
La Iglesia ha querido conceder innumerables gracias e indulgencias cuando se reza el Santo Rosario en familia. Pongamos los medios necesarios para fomentar esta oración tan grata al Señor y a su Madre Santísima, y que es considerada como «una gran plegaria pública y universal frente a las necesidades ordinarias y extraordinarias de la Iglesia santa, de las naciones y del mundo entero». Es un buen soporte en el que se apoya la unidad familiar y la mejor ayuda para hacer frente a sus necesidades.
Bibliografía:
Catecismo de la Iglesia Católica
OpusDei.org
Conferenciaepiscopal.es
Rosarioenfamilia.org