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17 marzo, 23

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Obras de misericordia: espirituales y corporales

Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.

¿Qué son las obras de misericordia?

Son actos desinteresados realizados con desprendimiento y generosidad que hacemos por otras personas. Las obras de misericordia son catorce, siete corporales y siete espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Entre las obras de misericordia corporales encontramos, la limosna que es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; como también una práctica de justicia que agrada a Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, 2447

En papa Francisco nombró el año 2014 como el Año de la Misericordia, aquí vamos a hacer un repaso para recordar qué son y cuáles son las obras de misericordia que ha recomendado meditar y realizar durante ese tiempo pero que no pueden quedar en el olvido.

Todo cristiano tiene que mantener presente estas obras como “modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.”

La Iglesia tiene la sabiduría de una buena madre, que sabe lo que necesitan sus hijos para crecer sanos y fuertes, en el cuerpo y en el espíritu. Con las obras de misericordia, nos invita a descubrir siempre de nuevo que tanto el cuerpo como el alma de nuestros hermanos los hombres necesitan de cuidados, y que Dios nos confía a cada uno esa custodia atenta.

«El objeto de la misericordia es la misma vida humana en su totalidad. Nuestra vida misma en cuanto “carne” está hambrienta y sedienta, necesitada de vestido, casa y visitas, así como de un entierro digno, cosa que nadie puede darse a sí mismo (…). Nuestra vida misma, en cuanto “espíritu”, necesita ser educada, corregida, animada, consolada (…). Necesitamos que otros nos aconsejen, nos perdonen, nos aguanten y recen por nosotros»  Francisco, 3ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.

Impacto de las obras de misericordia en quien las realiza

La práctica de las obras de misericordia genera gracia a quien las ejerce. El evangelio de Lucas relata las palabras de Jesús: “Dad, y se os dará”. Por lo que con las obras de misericordia hacemos la Voluntad de Dios, entregamos algo nuestro a los demás y el Señor nos promete que nos otorgará también a nosotros lo que necesitemos.

Por otro lado, realizar obras de misericordia es una manera de compensar y restituir nuestra alma por nuestros pecados ya perdonados en el sacramento de la confesión. Realizando obras buenas como son, por supuesto, las Obras de Misericordia. “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia” Mt.5, 7.

Además, las Obras de Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo, porque nos van haciendo parecidos a Jesús, nuestro modelo, que nos enseñó cómo debe ser nuestra actitud hacia los demás. En Mateo se recogen las siguientes palabras de Cristo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

Al seguir esta enseñanza del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son los que valen de verdad.

Obras de Misericordia Corporales

1 Visitar a los enfermos
2 Dar de comer al hambriento
3 Dar de beber al sediento.
4 Dar posada al peregrino.
5 Vestir al desnudo.
6 Visitar a los presos.
7 Enterrar a los difuntos.

"Un hombre que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no es un hombre a la medida del amor del corazón de Cristo".
Papa Francisco

Dar de comer al hambriento y Dar de beber al sediento

"El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo" (Lc 3, 11). Estas dos obras de misericordia se complementan y se refieren a la ayuda que debemos procurar en alimento y otros bienes a los más necesitados.

Dar posada al peregrino

No es el caso común de hoy en día pero podría tocarnos recibir a alguien en nuestra casa, no por pura hospitalidad de amistad o familia, sino por alguna verdadera necesidad.

Vestir al desnudo

Esta obra de misericordia se dirige a paliar otra necesidad básica: el vestido. Muchas veces, se nos facilita con las recogidas de ropa que se hacen en Parroquias y otros centros. A la hora de entregar nuestra ropa es bueno pensar que podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero también podemos dar de lo que aún es útil.

En la carta de Santiago se nos anima a ser generosos: «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» St 2, 15-16.

Visitar al enfermo

En esta época de pandemia mundial esta obra de misericordia cobra un fuerte significado. Se trata de una verdadera atención, tanto en las necesidades físicas, como hacerles compañía y orar por los enfermos y ancianos. Un buen ejemplo de la Sagrada Escritura es el de la Parábola del Buen Samaritano en el Evangelio de San Lucas.

Visitar a los encarcelados

Consiste en visitar a los presos y prestarles no sólo ayuda material sino una asistencia espiritual que les sirva para mejorar como personas, enmendarse, aprender a desarrollar un trabajo que les pueda ser útil cuando terminen el tiempo asignado por la justicia. Hoy son los sacerdotes y consagradas los que realizan esta tarea solidaria tan complicada, hay que rezar por los sacerdotes, acompañarlos y apoyarlos en esta obra solidaria social.

Enterrar a los difuntos

Ofrecer una misa por los difuntos y enterrar dignamente a los muertos parece un mandato superfluo, pero no lo es. En tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. ¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano? Porque el cuerpo humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos “templos del Espíritu Santo” 1 Cor 6, 19.

Obras de Misericordia Espirituales

1 Enseñar al que no sabe.
2 Dar buen consejo al que lo necesita.
3 Corregir al que se equivoca.
4 Perdonar al que nos ofende.
5 Consolar al triste.
6 Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7 Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

"Un cristiano no puede detenerse solo en problemas personales, ya que ha de vivir de cara a la Iglesia universal, pensando en la salvación de todas las almas."
Papa Francisco

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Enseñar al que no sabe

"Los que enseñan la justicia a la multitud, brillarán como las estrellas a perpetua eternidad" (Dan 12, 3b).

Se refiere a enseñar en cualquier materia: también sobre temas religiosos. Esta enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de comunicación o directamente. Dar ayuda y apoyo a la formación sacerdotal también es una obra de misericordia espiritual.

Dar buen consejo al que lo necesita

Uno de los dones del espíritu Santo es el don de consejo. Por ello, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios, ya que no se trata de dar opiniones personales, sino de aconsejar bien al necesitado de guía.

Corregir al que se equivoca

La corrección fraterna es explicada por el mismo Jesús en el evangelio de Mateo: “Si tu hermano peca, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano” (Mt 18, 15-17).

Para corregir a nuestro prójimo debemos hacerlo con mansedumbre y humildad. Muchas veces será difícil pero podemos acordarnos de los que dice el apóstol Santiago al final de su carta: “el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados” (St 5, 20).

Perdonar las injurias

Cuando rezamos el Padrenuestro decimos “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” y Jesucristo nos dice: “si perdonáis las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial os perdonará. En cambio, si no perdonáis las ofensas de los hombres, tampoco el Padre os perdonará a vosotros” (Mt 6, 14-15).

Perdonar es superar la venganza y el resentimiento. Significa tratar amablemente a quien nos ha ofendido. El mayor perdón es el de Cristo en la Cruz, que nos enseña que debemos perdonar todo y siempre: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc 23, 34).

Consolar al triste

El consuelo para el triste, para el que sufre alguna dificultad personal o se encuentra en un momento donde tiene que superar el duelo es otra obra de misericordia espiritual. Muchas veces, se complementará con dar un buen consejo, que ayude a superar esas situación de dolor o tristeza. Acompañar al prójimo en todos los momentos, pero sobre todo en los más difíciles, es poner en práctica el ejemplo de Jesús en el Evangelio que se compadecía del dolor ajeno siempre que lo veía.

Sufrir con paciencia los defectos de los demás

La paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia. Cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, con mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.

Orar por vivos y difuntos

San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad. Orar por las vocaciones sacerdotales y religiosas y las intenciones del Papa. También es importante orar por los difuntos que están en el Purgatorio, rezar por ellos y pedir indulgencia plenaria para que sus almas sean libres de pecado. 

Arropar la debilidad del prójimo

Aunque sin duda conviene dar vida a proyectos allí donde tengamos posibilidad de dar una mano, el terreno habitual de la misericordia es un día a día del trabajo regido por la pasión de ayudar: ¿qué más puedo hacer? ¿a quién más puedo implicar? Todo esto es misericordia en acto, sin horarios, sin cálculos: «una misericordia dinámica, no como un sustantivo cosificado y definido, ni como adjetivo que decora un poco la vida, sino como verbo –misericordiar y ser misericordiados–». Francisco, 1ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.


Bibliografía:

UNA VOCACIÓN 
QUE DEJARÁ HUELLA

Ayuda a sembrar
el mundo de sacerdotes
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