Tras el aplazamiento de un año debido a la pandemia, esta JMJ se celebrará en dos momentos distintos: el primero en la solemnidad de Cristo Rey, el 20 de noviembre de este año, con celebraciones en las Iglesias particulares de todo el mundo y, posteriormente, a nivel internacional en Lisboa del 1 al 6 de agosto de 2023. Las dos celebraciones mantienen el mismo lema:
Ésta es la cita bíblica elegida por el Papa Francisco como lema de la Jornada Mundial de la Juventud 2023. Que se celebrará por primera vez en Lisboa el próximo año. El tema, concluye el ciclo de tres mensajes que acompañan a los jóvenes en el camino entre la JMJ de Panamá 2019 y la de Lisboa 2023, todos ellos centrados en el verbo levantarse.
La cita elegida, del Evangelio de San Lucas, abre el relato de la Visitación de María a su prima Isabel. En el Mensaje de este año, el Santo Padre invita a los jóvenes a meditar juntos la escena bíblica en la que, después de la Anunciación, la joven Virgen María se levanta y sale al encuentro de su prima Isabel, llevando a Cristo en su interior.
La Virgen María de Nazaret es la gran figura del camino cristiano. Su ejemplo nos enseña a decirle sí a Dios. Fue la protagonista de la última edición de la JMJ en Panamá y también lo será en Lisboa. Partir sin demora resume la actitud motivada por el papa Francisco en sus instrucciones para la JMJ Lisboa 2023: “Que sea activa y misionera la evangelización de los jóvenes que, asimismo, reconocerán y serán testigos de la presencia de Cristo vivo”.
Dirigiéndose especialmente a los jóvenes, desafiándolos a ser valientes misioneros, el Papa escribe en la Exhortación Apostólica Christus Vivit: “¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El Evangelio no es para algunos sino para todos” (CV 177).
“María, se levantó y se puso en marcha, porque estaba segura de que los planes de Dios eran el mejor proyecto posible para su vida. María se convirtió en el templo de Dios, imagen de la Iglesia en camino, la Iglesia que sale y se pone al servicio, la Iglesia portadora de la Buena Noticia.
Los relatos de la resurrección utilizan a menudo dos verbos: despertar y levantarse. Con ellos, el Señor nos insta a salir a la luz, a dejarnos llevar por Él para cruzar el umbral de todas nuestras puertas cerradas. Es una imagen significativa para la Iglesia.
La Madre del Señor es modelo de los jóvenes en movimiento, no inmóviles frente al espejo contemplando su propia imagen o 'atrapados' en las redes. Ella estaba totalmente orientada hacia el exterior. Es la mujer pascual, en permanente estado de éxodo, de salida de sí misma hacia el gran Otro que es Dios y hacia los demás, los hermanos y las hermanas, especialmente los más necesitados, como lo fue su prima Isabel”.
“Espero, y creo firmemente, que la experiencia que muchos de ustedes vivirán en Lisboa en agosto del año próximo representará un nuevo comienzo para ustedes, jóvenes, y —con ustedes— para toda la humanidad”, Papa Francisco.
Y el Papa nos dice “Por supuesto, ustedes no pueden resolver todos los problemas del mundo. Pero tal vez puedan empezar con los más cercanos, con los problemas de su propia zona. A la Madre Teresa le dijeron una vez: “Lo que usted hace es sólo una gota en el océano”. Y ella respondió: “Pero si no lo hiciera, el océano tendría una gota menos”.
“Ante una necesidad concreta y urgente, hay que actuar con rapidez. ¡Cuántas personas en el mundo están esperando la visita de alguien que los atienda! ¡Cuántas personas mayores, cuántos enfermos, presos, refugiados necesitan nuestra mirada compasiva, nuestra visita, un hermano o una hermana que rompa las barreras de la indiferencia!”
La prisa es “buena” dice el Papa Francisco,” la prisa buena siempre nos empuja hacia arriba y hacia los demás." A partir de la reflexión sobre la prisa que caracteriza a la Virgen de Nazaret, el Santo Padre anima a los jóvenes a preguntarse qué actitudes y motivaciones experimentan ante los retos de la vida cotidiana. Les invita a hacer un discernimiento entre una “buena prisa [que] siempre nos empuja hacia arriba y hacia los demás” y una “no buena (...) que nos lleva a vivir superficialmente, a tomar todo a la ligera, sin compromiso ni atención, sin participar realmente en las cosas que hacemos”.
"A muchos de nosotros nos ha sucedido que, inesperadamente, Jesús salió a nuestro encuentro: por primera vez, experimentamos en Él una cercanía, un respeto, una ausencia de prejuicios y condenas, una mirada de misericordia que nunca habíamos encontrado en los demás. No sólo eso, también sentimos que a Jesús no le bastaba con mirarnos desde lejos, sino que quería estar con nosotros, quería compartir su vida con nosotros."
"La alegría de esta experiencia despertó en nosotros una prisa por acogerlo, una urgencia por estar con Él y conocerlo mejor. Isabel y Zacarías acogieron a María y a Jesús. ¡Aprendamos de estos dos ancianos el significado de la hospitalidad! Pregunten a sus padres y abuelos, y también a los miembros mayores de sus comunidades, qué significa para ellos ser hospitalarios con Dios y con los demás. Les hará bien escuchar la experiencia de los que les han precedido.”
"Queridos jóvenes, sueño que en la JMJ vuelvan a experimentar la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos y las hermanas. Tras largos periodos de distancia y aislamiento, en Lisboa —con la ayuda de Dios— redescubriremos juntos la alegría del abrazo fraternal entre los pueblos y entre las generaciones, el abrazo de la reconciliación y la paz, ¡el abrazo de una nueva fraternidad misionera! Que el Espíritu Santo encienda en sus corazones el deseo de levantarse y la alegría de caminar todos juntos, en estilo sinodal, abandonando las falsas fronteras. ¡El momento de levantarse es ahora! ¡Levantémonos sin demora!"
En el tramo que aún nos queda antes de llegar a Lisboa, caminaremos junto a la Virgen de Nazaret que, inmediatamente después de la anunciación, «se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39) para ir a ayudar a su prima Isabel."
3. Por último, señala el obispo de Roma que el conjunto de esos pasajes despierta (o debería despertar) en nosotros “el asombro de ser Iglesia; de pertenecer a esta familia, a esta comunidad de creyentes que forma un solo cuerpo con Cristo, desde nuestro bautismo. Es ahí donde hemos recibido las dos raíces del asombro tal como hemos visto: primero el ser bendecidos en Cristo y segundo el de ir con Cristo al mundo".
Y explica Francisco que "se trata de un asombro que no disminuye con los años ni decae con las responsabilidades (podríamos decir nosotros: con las tareas, dones, ministerios y carismas que podemos recibir cada uno en la Iglesia, al servicio de la Iglesia y del mundo).
Al llegar a este punto, Francisco evoca la figura del santo papa Pablo VI y de su encíclica programática Ecclesiam suam, escrita durante el Concilio Vaticano II. Ahí dice el Papa Montini: «Ésta es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, [...] de su propio origen, [...] de su propia misión». Y haciendo referencia precisamente a la Carta a los Efesios, pone esa misión en la perspectiva del plan de salvación; de “la dispensación del misterio escondido por siglos en Dios... a fin de que venga a ser conocida... a través de la Iglesia” (Ef 3,9-10)».
Francisco pone a san Pablo VI como modelo, para presentar el perfil de cómo debe ser un ministro en la Iglesia: “El que sabe maravillarse ante el plan de Dios, y ama apasionadamente la Iglesia con ese espíritu, dispuesto a servir su misión donde y como quiera el Espíritu Santo”. Así era, antes que san Pablo VI, el apóstol de las gentes: con esa capacidad de asombrarse, de apasionarse y de servir. Y esa debería ser también la medida o el termómetro de nuestra vida espiritual.
Por ello, el Papa concluye dirigiendo de nuevo a los cardenales unas preguntas que nos sirven a todos; pues todos –fieles y ministros en la Iglesia– participamos, de modos bien diversos y complementarios, en ese grande y único 'ministerio de salvación' que es la misión de la Iglesia en el mundo: “¿Cómo es tu capacidad de asombrarte? ¿O te has acostumbrado, tan acostumbrado, que la has perdido? ¿Eres capaz de volver a sorprenderte?” Advierte que no es una simple capacidad humana, sino ante todo una gracia de Dios que hemos de pedir y agradecer, guardar y hacer fructificar, como María y con su intercesión.