Dice el diccionario del castellano que la compasión es el “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. La verdadera compasión hacia el que está necesitado se espera de toda persona, porque compadecerse es propio de la “humanidad”.
Ser capaces de compadecer nos hace solidarios con los demás, acrecienta la mente y el corazón, nos hace más grandes. Los verdaderos “grandes” de todos los tiempos han sido los misericordiosos, los capaces de experimentar una auténtica compasión.
La verdadera compasión mueve no solo al sentimiento sino a la acción; y puede llevar a la entrega de la propia vida, con detalles concretos y a diario por el otro. Esto es así porque, ante todo, la compasión es una característica esencial de Dios y su obrar.
"La mayor miseria consiste en no saber amar. Los ciegos y sordos ante las necesidades de los demás, de los enfermos y de los pobres, los que miran para otro lado y solo se preocupan de si mismos" Santa Teresa de Calcuta
Este cuadro se encontraba en un convento donde iban a parar los enfermos afectados de las epidemias de peste bubónica durante la baja Edad Media. “El crucificado, señala Ratzinger, está representado como uno de ellos, torturado por el mayor dolor de aquel tiempo, el cuerpo entero plagado de bubones de la peste”.
Ratizinger también admite que, frecuentemente, la Pasión y la Cruz de Jesús dan miedo, porque parecen la negación de la vida. “¡En realidad, es exactamente al contrario! La Cruz es el ‘sí’ de Dios al hombre, la expresión más alta e intensa de su amor y la fuente de la que brota la vida eterna.
Del corazón atravesado de Jesús ha brotado esta vida divina. Solo Él es capaz de liberar el mundo del mal y de hacer crecer su Reino de justicia, de paz y de amor al que todos aspiramos”.
Ser compasivos con los enfermos y necesitados en estos momentos de dificultades es orar por ellos y con ellos rezando, por ejemplo: “Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, fortifícame. Oh, buen Jesús, escúchame. En tus llagas, escóndeme. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame.” Fragmento de una Oración de San Ignacio de Loyola
En muchos pasajes de la Sagrada Escritura se muestra cómo Jesús oraba por los enfermos y se sometía a la voluntad de su padre. Él se mantenía en comunicación con el Padre y seguía su dirección y guía en todo lo que hacía y decía (Juan 5:17-18; Juan 8:26).
Enfermedad | Referencia bíblica | La petición | Qué hizo Jesús, cómo oró por los enfermos |
Lepra | Mateo 8:1-4 | Señor, si quieres, puedes limpiarme. | Sí quiero —le dijo. ¡Queda limpio! |
Parálisis | Mateo 8:5-13 | (El centurión dijo:) Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente. | Ofreció ir a sanarlo, pero el centurión dijo que confiaba en la autoridad de la palabra de Jesús. Jesús dijo entonces: "¡Ve! Todo se hará tal como creíste". |
Fiebre | Mateo 8:14-15 | Jesús vio a la suegra de Pedro que estaba enferma. | Solo la tocó. |
Ceguera | Juan 9:1-7 | Los discípulos le preguntaron a Jesús: "Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?" | Jesús les contestó: "Ni él pecó, ni sus padres, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida". Escupió en el suelo, hizo barro con la saliva y se lo untó en los ojos al ciego diciéndole que fuera a lavarse en el estanque de Siloé |
Invalidez | Juan 5:1-9 | Jesús se fijó en él entre muchos enfermos que estaban en el estanque de Betesda. | Jesús le preguntó si quería ser sano, el enfermo contesta con excusas, pero Jesús le dijo: Levántate, recoge tu camilla y anda. |
Mano paralítica | Mateo 12:9-14 | Jesús vio al hombre al entrar en la sinagoga. | Jesús le dijo que extendiera la mano. |
Sordomudez | Marcos 7:31-37 | Lo trajeron otros hasta Jesús y ellos le suplicaron que pusiera su mano sobre el sordomudo. | Jesús llevó el enfermo aparte, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Miró al cielo, suspiró y dijo "ábrete". |
Flujo de Sangre | Mateo 9:20-22 | Ella tocó el borde del manto de Jesús mientras pensaba «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». | Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. |