Jorge Adalberto Arias Andrade es un seminarista de la diócesis de San Vicente, El Salvador.
«Que la paz de Cristo habite en vuestros corazones, y el amor de Dios Padre reine en vuestras familias.
El amor caracteriza a los cristianos “en esto conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros”, y vosotros, queridos benefactores, habéis encarnado tanto ese amor a Dios y al prójimo porque no os limitáis a ayudar y amar a vuestros amigos y conocidos sino a mí, a quien no conocéis en persona (quizá solo por fotos), ayudándome económica y espiritualmente en mi formación hacia el sacerdocio ministerial.
Doy gracias a Dios por vuestra existencia, porque es gracias a vosotros que tengo la oportunidad de formarme en tan prestigiosa universidad como es la de Navarra y residir en el Seminario Internacional Bidasoa, donde se viven todas las notas de nuestra Iglesia, y de modo especialísimo la Universalidad.
Agradezco todo el esfuerzo y las privaciones que hacéis para contribuir con vuestra ayuda económica a la formación de sacerdotes según el corazón de Cristo.
Gracias por vuestro trabajo hecho con amor y dedicación que diariamente ofrecéis a Dios, uniéndolo a las plegarias de acción de gracias y suplicas por el aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas.
Por mi parte, el profundo agradecimiento para con vosotros, vuestras familias y todos vuestros seres queridos, se lo expreso a Dios en mis oraciones, sobre todo en el santo sacrificio de la Eucaristía diaria: “fuente y cumbre de la vida cristiana”. Allí os escomiendo al Padre por medio de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote en el Espíritu Santo; de modo que todas vuestras empresas y acciones sean santificadas, vuestras dificultades y problemas se resuelvan con prontitud, y en un futuro recibáis la corona merecida en el Cielo acompañada por las palabras de Cristo: “venid benditos de mi Padre a heredar el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, estuve enfermo y en la cárcel y me visitasteis, fui forastero y me alojasteis”.
Espero que gocéis de buena salud, que el Señor os conceda la realización de vuestros sueños y proyectos; que nuestra madre Santa María proteja a vuestras familias y amigos, que vele por vuestro bienestar social, económico y espiritual.
Muchas gracias por la ayuda que me habéis proporcionado, que Dios bendiga y multiplique al ciento por uno lo que aportáis para mi formación como futuro sacerdote de Cristo.
Deseo que la paz de Cristo Resucitado habite en vuestros corazones; que el amor de Dios, fundamento de todas las relaciones interpersonales divinas y humanas, reine en vuestras familias. Pues el amor es el distintivo propio de los cristianos "en esto conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros, y vosotros (benefactores del CARF) habéis encarnado tanto ese amor a Dios y al prójimo porque no os habéis limitado a ayudar y amar a vuestros amigos y conocidos sino a mí, a quien no conocéis en persona (quizá solo por fotos), ayudándome económica y espiritualmente en mi formación hacia el sacerdocio ministerial.
Doy gracias a Dios por vuestra existencia, porque es gracias a vosotros que tengo la oportunidad de formarme en tan prestigiosa universidad como es la de Navarra y residir en el seminario internacional Bidasoa, donde se evidencia una de las notas de nuestra Iglesia: la Universalidad. Agradezco todo el esfuerzo y las privaciones que hacéis para contribuir con vuestra ayuda económica a la formación de sacerdotes según el corazón de Cristo, gracias por vuestro trabajo hecho con amor y dedicación que diariamente ofrecéis a Dios, uniéndolo a las plegarias de acción de gracias y suplicas por el aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas.
Por mi parte, además del profundo agradecimiento para con vosotros, vuestras familias y todos vuestros seres queridos, os digo que diariamente estáis en mis oraciones, de modo especialísimo en el santo sacrificio de la misa diaria: fuente y cumbre de toda la vida cristiana, allí os escomiendo al Padre por medio de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote en el Espíritu Santo: para que todas vuestras empresas y acciones sean santificadas, vuestras dificultades y problemas se resuelvan con prontitud, y en un futuro recibáis la corona merecida en el Cielo acompañada por las palabras de Cristo: “venid benditos de mi Padre a heredar el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, estuve enfermo y en la cárcel y me visitasteis, fui forastero y me alojasteis».