Jesús Meleán es un seminarista de la diócesis de Cabimas, en Venezuela.
En su familia, a pesar de ser una familia católica, son pocos los que están comprometidos: la mayoría no asisten asiduamente a la iglesia. Jesús también era parte de esa mayoría, solo asistía cuando era una misa de algún familiar difunto o de alguna acción de gracias por cumpleaños.
A partir de vivir un programa de los Encuentros Familiares de Venezuela, dedicado a los jóvenes y la familia, sintió que Dios le llamaba a cambiar de vida, a buscarle y a encontrarse con cada miembro de su familia a través del amor de Dios.
"Desde ese momento comencé a comprometerme con la iglesia, y poco a poco sin darme cuenta estaba lleno de compromisos y sirviendo a Dios en todo lo que podía. Paralelamente a todo esto, estaba terminando mi carrera universitaria, y mantenía una relación de noviazgo de años, con planes serios de matrimonio.
Culminé mi carrera universitaria, me gradué de Licenciado en Comunicación Social e inmediatamente comencé a trabajar en una televisión regional, donde desde el primer momento me fue muy bien, llegando a ser el moderador de la emisión estelar del noticiero.
En mi grupo de apostolado, quedé elegido como el Coordinador Regional del programa donde hacía vida. Eso me llevó a adquirir compromisos en el servicio de Dios, cosa que me llenaba y me gustaba. Precisamente esto me hizo asumir más servicio en mi parroquia, hasta llegar un punto que de mi trabajo, llegaba a la parroquia e iba a mi casa solo a dormir. A pesar de que esto me cansaba, no me importaba: quería cada vez servir más.
Es ahí donde comencé que sentir que algo me faltaba, que estaba haciendo todo lo que me gustaba, pero sentía que Dios quería mas de mi, que yo podía dar más.
En ese momento sentía que mi trabajo no me llenaba a plenitud, solo pensaba en salir de ahí para ir a servir en la iglesia. Comencé a tener problemas en mi relación de noviazgo, donde no me sentía pleno y se suscitaron muchos inconvenientes que terminó con la ruptura de la relación.
Todo esto me llevó a preguntarme qué era lo que realmente quería Dios de mi. Con la ayuda de mi director espiritual comencé mi proceso de discernimiento, y mientras más ahondaba en mi interior, sentía en mis adentros que Dios me estaba llamando a algo grande, me estaba llamando a entregarlo todo, a dejarlo todo por Él.
El solo pensar eso, me llenaba de miedo, de temores, de negaciones, lo que me llevó a ignorar por completo todo lo que estaba sintiendo, me quise hacer el sordo a todo lo que pasaba a mi alrededor.
Esto me llevó a experimentar una sequedad espiritual, donde me sentía mal, desencajado dentro de la iglesia, en ese momento buscando encontrar el lugar donde me sintiera bien tomé la decisión de renunciar a mi trabajo y encontrar otro, donde solo dure 1 mes, y volví a renunciar.
Fue hasta una vigilia de Pentecostés, donde en el momento de la adoración, en mi oración le pedía a Dios que me perdonara por hacerme el sordo, por pretender vivir de espaldas a Él.
En ese momento comencé a sentir nuevamente todo lo que no sentía desde hace mucho tiempo, ese llamado dentro de mi corazón, esa voz que me decía, Ven y Sígueme, en ese momento me levante y dije que Si, quería comenzar mi proceso en el seminario, porque me sentía llamado a esa vocación.
Desde ese momento comenzó el proceso con mi familia. No fue fácil que ellos aceptaran mi decisión, pero Dios supo poner personas en el camino que me dieron fuerzas para el momento que estaba viviendo y también tocar los corazones de ellos y que pudieran aceptar mi decisión.
Realicé filosofía en el Seminario Arquidiocesano de Maracaibo en Venezuela, y cuando iniciaba mis estudios teológicos, mi obispo decidió que por el bien de mi formación debía culminar los estudios aquí en España, específicamente en el Seminario Internacional Bidasoa y en la Universidad de Navarra.
Enfrentarme a esa situación fue volver a renovar mi Sí, desprenderme de mi familia por completo y comenzar esta nueva aventura, pero sin duda, que Dios me tenía grandes cosas preparadas de este lado del mundo."