Hoy los cristianos estamos rodeados por una celebración muchas veces vacía y consumista, muy diferente al verdadero sentido de la Navidad, donde conmemoramos el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre” (Credo niceno-constantinopolitano). Cada año, la Iglesia se prepara para vivir la Navidad con el tiempo litúrgico del Adviento, que dura cuatro semanas.
Con el sentido de la Navidad católica, cambial la forma de adorar a Dios. El cristiano pasa de orar mirando al cielo, a volver los ojos a la tierra para reparar en la fragilidad de un niño pequeño que duerme entre la paja de un pesebre. La grandeza infinita de Dios se torna en la fragilidad de un niño recién nacido. De pronto, dos conceptos como la divinidad e infancia, hasta entonces muy distantes, se unen en una persona y misma dirección. El sentido de la Navidad es la revelación de los más sencillos, que pone a prueba la sabiduría de los sabios y entendidos.
Fueron pastores los primeros en adorar al Niño en el pesebre; y lo hicieron porque entendieron que un Niño Dios abraza su nimiedad y sencillez. Su fe ha soñado con un Dios como este que vive entre sus rebaños, que sea uno más entre ellos, padeciendo sus mismas necesidades.
Y, al acercarse a la cueva descubren que ese Dios hecho niño se refugia en el regazo de su Madre. Es ese vínculo entre el Niño y la Madre el que termina de completar el misterio de la Navidad cristiana. Porque Dios deja de ser una ser abstracto y lejano, para convertirse en un Dios indefenso, humano, que se cobija en una Madre, intercesora en nuestra relación con Él.
Si la despojamos de este sentido originario, el sentido de la Navidad deja de tener la auténtica impronta cristiana.
«Ante todo –subrayo–, nosotros, los cristianos, tenemos que reafirmar con convicción profunda y sentida la verdad de la Navidad de Cristo para testimoniar ante todo la conciencia de un don gratuito que es riqueza no sólo para nosotros, sino para todos».
Benedicto XVI.
El primer rasgo del árbol dentro en el sentido de la Navidad es su capacidad de mantener las hojas vivas en invierno por eso se utilizan abetos o pinos. “Era un símbolo de la eternidad y de la vida de Dios que no pasa nunca. Por lo tanto, aplicarlo a la vida de Dios que no pasa nunca, aplicarlo al Hijo de Dios que viene con nosotros en la Navidad le da ese sentido también de Dios que se hace presente en medio de la humanidad”, dice D. Bernardo Estrada, Profesor de la PUSC.
Los primeros indicios de adornos al árbol nos llevan a Alemania en donde se le colgaban frutos, recordando el árbol de la vida del paraíso. Hoy, el árbol de Navidad es más que una decoración, es una señal de alegría para todo el mundo. En palabras de san Juan Pablo II: “en invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere […] El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es ‘siempre verde’ si se hace don, no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca”.
«El árbol de Navidad y los regalos propios de estas fechas, son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes… Por eso tiene un sentido cristiano la tradición de poner bajo el árbol los regalos de Navidad para los niños: frente a una cultura consumista que tiende a ignorar los símbolos cristianos de las fiestas navideñas, preparémonos para celebrar con alegría el nacimiento del Salvador, transmitiendo a las nuevas generaciones los valores de las tradiciones que forman parte del patrimonio de nuestra fe y cultura».
Benedicto XVI
El papa Francisco nos recomienda que para vivir el verdadero sentido de la Navidad cristiana lo primero es hacer espacio para el Niño que va a nacer. Algunos consejos prácticos del Santo Padre son:
1. Poner el nacimiento y explicarlo a los niños, y rezar allí reviviendo la escena. Hacer espacio en nuestros corazones y en nuestros días al Señor. Que sea una fiesta de la alegría, de acoger al Señor en el pesebre y en el corazón. Asistir a la Santa Misa. Recibir el sacramento de la Confesión.
«Cada familia cristiana, como hicieron María y José, puede recibir a Jesús, escucharlo, hablar con Él, estar con Él, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestros corazones y en nuestros días al Señor».Papa Francisco.
2. Que el sentido de la Navidad no sea una fiesta del consumismo desmedido: dar a los necesitados. También de dar tiempo y afecto a la familia y a quienes tenemos cerca.
«Que la Santa Navidad no sea nunca una fiesta del consumismo comercial, de la apariencia, de los regalos inútiles, o del desperdicio superfluo, sino que sea una fiesta de la alegría, de acoger al Señor en el pesebre y en el corazón».Papa Francisco.
3. El sentido de la Navidad es la fiesta de la pobreza de Dios que se despojó de sí mismo tomando la naturaleza de esclavo.
«Esto es la verdadera Navidad: la fiesta de la pobreza de Dios que se despojó de sí mismo tomando la naturaleza de esclavo; de Dios que sirve en la mesa; de Dios que se esconde a los intelectuales y sabios y que se revela a los pequeños, sencillos y pobres».Papa Francisco
Bibliografía
- Pasaje de La Bendición de la Navidad, Audiencia General, 24 de diciembre de 2006, Benedicto XVI.
- Entrevista a P. Bernardo Estrada Profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.
- Audiencia General, 19 de diciembre de 2004, san Juan Pablo II.
- El espíritu de la liturgia, Ciudad del Vaticano, 18 diciembre 2007. Benedicto XVI.
- Consejos del papa Francisco para vivir mejor la Navidad, diciembre de 2014.
- Homilía, 24 de diciembre 2016, papa Francisco.
- Catecismo de la Iglesia Católica, 463, 522-524.
- Surco, 62, san Josemaría Escrivá de Balaguer.
- Es Cristo que pasa, 22, san Josemaría Escrivá de Balaguer.
- Credo niceno-constantinopolitano.