“Alimentan en los creyentes la esperanza en la meta escatológica, hacia la cual se encaminan como miembros del Pueblo de Dios peregrino en la historia. Esto les impulsará necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel «gozoso anuncio» que da sentido a toda su vida”. San Juan Pablo II en la encíclica Rosarium Virginis Mariae.
Los miércoles y el domingo rezamos los misterios Gloriosos. Para los misterios Gozosos que contemplan la Anunciación y la infancia de Jesús se reservan los lunes y sábados. Se reserva el martes y viernes para los misterios Dolorosos y los misterios Luminosos se rezan los jueves. Los misterios Gloriosos del Santo Rosario unen la tierra y el cielo, desde la Resurrección de Cristo hasta la Coronación de María en el Cielo.
Jesucristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado! El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitándonos a contemplar la Pasión para fijarnos luego en la gloria de Cristo, en su Resurrección y en su Ascensión. Contemplando a Jesús resucitado, descubrimos de nuevo las razones de la propia fe, revivimos el gozo de la Virgen María, quien experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado.
Pintura al óleo sobre tabla La resurrección de Cristo atribuida al maestro del renacimiento italiano Rafael Sanzio.
Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros. ¡Jesús ha resucitado! No está en el sepulcro. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Se apareció a La Virgen María a Pedro y a los demás apóstoles. Él también sale al encuentro de nosotros mismos que somos sus discípulos.
Porque Jesús está vivo, tiene el poder de cambiar nuestra vida, y nos llama a una relación personal con él. El tiempo de Pascua, es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive. Permanece en su Iglesia: en sus sacramentos, en su liturgia, en su predicación, en toda su actividad. De modo especial Cristo sigue presente entre nosotros, en esa entrega diaria de la Sagrada Eucaristía. Por eso la Misa Católica es centro y raíz de la vida cristiana.
También a la luz de su resurrección contemplamos, unidos a Cristo, a todas las almas que nos fueron más queridas. Cuyo duelo compartimos. Las recordados en el sacrificio del Señor crucificado y resucitado y forman parte de nuestra oración.
Giotto, La Ascensión del Señor (1305). Capilla de los Scrovegni, Padua, Italia. Temple sobre fresco.
El segundo misterio glorioso del Rosario nos enseña a confiar en en la voluntad del Señor.
Jesús se va con el Padre. Es justo que la Santa Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración de todas las jerarquías de los ángeles. El Padre está complacido con la entrega del Hijo, ha aceptado su sacrificio, y ahora Jesús, el Mesías, ocupa, para siempre, su puesto de Señor sobre toda la creación.
Mientras estemos en la Tierra, nosotros ya no lo vamos a ver. Nuestra primera reacción es sentirnos huérfanos. Lo extrañamos. Pero es una falsa impresión. En realidad, no se ha ido. Se queda con nosotros de otro modo. "Él está más cerca de ti que tú mismo" decía San Agustín.
La gran misión que recibimos, en el Bautismo, es la corredención. Nos urge la caridad de Cristo, para tomar sobre nuestros hombros una parte de esa tarea divina de rescatar las almas.
"La familia humana se renueva constantemente; en cada generación es preciso continuar con el empeño de ayudar a descubrir al hombre la grandeza de su vocación de hijo de Dios, es necesario inculcar el mandato del amor al Creador y a nuestro prójimo”. San Josemaría
Sepamos dar testimonio, con el ejemplo y con la palabra, de la fe que profesamos.
Pentecostés, lienzo realizado por el Greco. Forma parte de la colección del Museo del Prado en Madrid.
La virtud divina que infunde recibir los dones del Espíritu Santo en el alma cristiana es gran apoyo de la esperanza, fuerza poderosa, única ayuda verdadera para la vida humana. Nos referimos a la gracia que nos santifica, y que en realidad es precedida y seguida de gracias efectivas. Lo verdaderamente importante es que el espíritu de los hombres se renueve desde su interior, naciendo a la nueva vida.
La venida del Espíritu Santo, es una realidad profunda, que nos da a conocer la Biblia. No es un recuerdo del pasado. Es, por encima de las miserias y de los pecados de cada uno de nosotros, la realidad también de la Iglesia de hoy y de la Iglesia de todos los tiempos. Recurramos a su gracias, acudamos por medio de la oración al Espíritu Santo para darle las gracias o pedir favores.
"Jesús ha mantenido sus promesas: ha resucitado, ha subido a los cielos y, en unión con el Eterno Padre, nos envía el Espíritu Santo para que nos santifique y nos dé la vida. Vivir según el Espíritu Santo es vivir de fe, de esperanza, de caridad; dejar que Dios tome posesión de nosotros y cambie de raíz nuestros corazones, para hacerlos a su medida", san Josemaría.
Esta obra del artista español Juan Martín Cabezalero, La Asunción de la Virgen (1665). Está pintada al óleo sobre lienzo y se conserva en el Museo del Prado.
Assumpta est Maria in coelum: gaudent angeli: María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos, ¡y los ángeles se alegran! Así canta la Iglesia. El lugar de la Virgen María estaba en el Cielo, donde su Hijo la esperaba. Porque ella es llena de gracia. La intensidad y la naturaleza de sus gracias son distintas a lo largo de su vida; una es la gracia en su Concepción, otra en la Encarnación. Y diferente es la gracia que recibe en la Asunción de María a los cielos. Porque, en esta última la Virgen María recibe la plenitud de santidad.
Y nosotros como cristianos podemos contemplar en este Misterio Glorioso del Santo Rosario esta maravilla.
Coronación de la Virgen, óleo sobre lienzo que pintó Velázquez en el año 1645 y podemos ver en el Museo del Prado.
María, Reina del Universo, reparó la caída de Eva, y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal. Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como Emperatriz del Universo. Y le rinden honor los ángeles y los patriarcas, los profetas y los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes. Todos los santos y todos los pecadores. Tú y yo. La reflexión ha de recaer sobre nosotros mismos; sobre nuestra vocación por la que un día seremos asociados a los ángeles y a los santos y cuyas gracias santificantes anticipan ya desde esta vida la realidad misteriosa y consoladora.
La Iglesia invita a recurrir a Ella, a la Virgen María, nuestra Madre y nuestra Reina, en todas nuestras necesidades. Ser Madre de Dios y Madre de los hombres es el fundamento sólido de la filial confianza en su intercesión poderosa, que nos conforta y nos impulsa a levantarnos de nuestras caídas.
Es la síntesis de todo el Rosario, que de este modo se cierra en la alegría, en la gloria.
Bibliografía
Opusdei.org.
Meditaciones de los misterios del Santo Rosario, Papa Francisco.