El padre Luis Alberto Herrera ha vivido de primera mano el agravamiento de la situación de su paĆs. Durante un tiempo fue rector de la catedral de Managua. En 2018 vio cómo jóvenes refugiados en el templo del que era responsable eran tiroteados y asesinados.
Aquellos episodios de gran violencia los sufrió en directo y su rostro pudo verse en medios de comunicación de todo el mundo denunciando los graves ataques contra la Iglesia nicaragüense.
En la actualidad el padre Herrera es pÔrroco de san Antonio de Padua (Jinotepe, Carazo), aunque sigue viviendo con preocupación la deriva de su tierra.
Don Luis tiene 48 aƱos, casi 15 como sacerdote, y entre 2015 y 2017 estudió la Licenciatura en TeologĆa DogmĆ”tica en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma gracias a una beca de la Fundación CARF.
En una entrevista con esta fundación explica la situación de Nicaragua, su experiencia en Roma, la importancia de ampliar su formación asà como en un plano mÔs personal los motivos que le llevaron a ser sacerdote. Don Luis habla claro y directo sin dar rodeos a las preguntas que le hacen.
La situación en nuestro paĆs actualmente es tensa, hay una aparente calma, pero en realidad vivimos sitiados por la policĆa, y el ejecito junto a los paramilitares, que en los barrios siempre asedian a toda persona que estĆ” en contra del gobierno.
La Iglesia estÔ jugando un papel reconciliador, promoviendo el dialogo y el respeto entre los nicaragüenses ya que actualmente nuestra sociedad estÔ muy polarizada.
Efectivamente, en lo personal sĆ he vivido situaciones difĆciles en estos Ćŗltimos aƱos, especialmente en 2018 cuando se dio la crisis sociopolĆtica en el paĆs.
Ese aƱo estaba como rector de la catedral de Managua. El 18 de abril unos jóvenes salieron a protestar pacĆficamente por las calles cercanas a la catedral y de repente se vieron atacados por la policĆa, quienes dispararon a matar contra ellos.
En esos momentos tensión, los jóvenes se refugiaron en nuestro templo catedralicio y permanecimos prĆ”cticamente toda la tarde sometidos al fuego por parte de la policĆa. Mataron a algunos jóvenes e incluso habĆa francotiradores en el estadio de baseball que estĆ” a unos cien metros al norte de catedral. Fue algo espantoso.
Nicaragua es un paĆs muy bello en su naturaleza, con un gran potencial en recursos naturales, pero que desgraciadamente, y es duro admitirlo, ha estado gobernado por gente corrupta que lo Ćŗnico que ha hecho es ver a Nicaragua como su hacienda. Nuestra gente es sencilla, trabajadora y muy fervorosa en su piedad. Sobre todo somos muy marianos, de hecho, nuestra patrona es la Inmaculada Concepción de MarĆa.
Mi vocación surgió cuando entrĆ© en el grupo de monaguillos y cuando conocĆ a unos frailes que llegaron al pueblo donde nacĆ. Ellos vinieron a pasar un mes de misión y, de un modo natural, poco a poco fui descubriendo que el SeƱor me llamaba a la vida sacerdotal.
El momento mĆ”s intenso que he vivido fue el dĆa de mi ordenación, el dĆa de mi primera Misa. Pero tambiĆ©n me impactó muchĆsimo cuando un dĆa en el confesionario al decir āAve MarĆa PurĆsimaā me contestó una voz que era imposible no reconocer. Era mi madre, esa mujer que me llevó en su seno durante nueve meses y despuĆ©s me educó. Recuerdo que le dije ā³mamĆ”, Āæes usted?ā³, y ella me respondió: āsĆ padre, soy yoā. Eso fue para mĆ una experiencia de la gracia del SeƱor, de su infinita misericordia. No podĆa creer que estuviera reconciliando a mi mamĆ” con el SeƱor JesĆŗs a travĆ©s del sacramento de la Penitencia sabiendo que fue ella quien muchas veces junto a mi papĆ” me llevaba al templo parroquial para que yo me confesara con el sacerdote cada primer viernes de mes en honor al Corazón de JesĆŗs. Ahora mis padres son los dos ancianos, estĆ”n felices y siempre que les visito me piden el sacramento. Me digo: āSeƱor cuanta misericordia has tenido conmigo, gracias SeƱorā.
Cierto, mi experiencia en Roma ha sido maravillosa, no solo por el hecho de estudiar en una universidad tan prestigiosa y de excelente calidad, sino por el hecho de vivir la fraternidad sacerdotal con tantos hermanos mĆos de distintas nacionalidades. AhĆ puede experimentar nuestra catolicidad y la cercanĆa de la Iglesia en la persona del Papa.
En Roma pude experimentar la calidez humana de muchos sacerdotes del Opus Dei, entre ellos me permito mencionar a don Javier Canosa, don Federico Requena, don Giulio Maspero y don Antonio RodrĆguez, que en ese entonces era el capellĆ”n de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Todos ellos me dieron un testimonio de vida de santidad. En lo personal son simplemente sacerdotes que viven fielmente su sacerdocio y se van santificando cada dĆa con su testimonio de vida. Siempre les estarĆ© muy agradecido.
Es importante recibir una buena formación como sacerdote para poder enfrentar el mundo tan secularizado en el que vivimos, para dar razón de nuestra esperanza, y de nuestra fe. El sacerdote debe estar bien formado para hablar con el mundo a buen nivel intelectual tanto en la FilosofĆa como en la TeologĆa, especialmente a travĆ©s de la TeologĆa fundamental. Un sacerdote bien formado, sobre todo formado en la Universidad de la Santa Cruz, es de una gran importancia para la diócesis.
Desde mi experiencia creo que como pÔrroco soy de mucha utilidad en cuanto a la formación de los laicos. A nuestra gente le encanta que sus sacerdotes sean personas no solamente santas sino también bien preparadas, capaces de formales a ellos. También he podido darme cuenta de lo útil que es un sacerdote formado en Roma para dar clases en el seminario. He impartido clases en él y he podido aportar un poco en la formación de los futuros sacerdotes de mi diócesis, algunos de los cuales se han ordenado recientemente.
Mis mejores momentos como sacerdote en Roma han sido los que he vivido en el colegio sacerdotal Altomonte, pues ahĆ me sentĆa en casa, podĆa confraternizar con mis demĆ”s hermanos, pero tambiĆ©n guardo grandes recuerdos de los momentos en la universidad con los profesores, cada uno con su propio estilo de enseƱanza.